martes, 11 de octubre de 2011

La manguala

Enfrentar la criminalidad organizada puede ser un decir en la actual campaña a la alcaldía de Medellín. Todos lo dicen, Pero no a todos les podemos creer. Los hechos saltan a borbotones todos los días en los medios de comunicación, en las conversaciones barriales, en las tertulias políticas. Que en un municipio X o Y se dijera hace algún tiempo que grupos ilegales presionaban candidatos o interferían las campañas, se asumía como algo inconveniente, pero lejano. Mala suerte de los pobladores del campo, “En la ciudad es otra cosa”. La parapolitica fue (es) un fenómeno que echó raíces desde las zonas rurales hacia las zonas urbanas por parte de los paras y desde las zonas urbanas hacia las rurales por parte de los políticos.

Luego de la acción de la justicia –Fiscalía y Corte Suprema- se supuso que el fenómeno ya estaba en extinción. Craso error: el maridaje renace hoy porque antiguos desmovilizados con raíces en las bandas y los combos de la ciudad, se sienten estimulados por las promesas de algún candidato desesperado por hacerse al poder local, como sea y a costa de lo que sea, con tres grandes promesas. Primera: la contratación menor del municipio, la que se puede adjudicar a dedo, de 50 o 60 millones de pesos, fue ofrecida en bandeja de plata a las juntas de acción comunal y otras organizaciones. Se sabe que en algunos barrios los delincuentes tienen en algunas JAC, asociaciones o corporaciones (NO TODAS POR FORTUNA), bastiones importantes para echarles mano a los recursos oficiales. Votos presionados desde las alcantarillas a cambio del presupuesto público.

Segunda promesa: sacarse el clavo con las últimas dos alcaldías de Medellín. El odio contra Alonso Salazar enceguece al candidato y sus aliados. La “causa” es el “rescate” de la administración. No perdonan que el alcalde haya declarado la guerra desde el primer día de su posesión a la criminalidad organizada. En respuesta, promovieron firmas y temerarias sindicaciones para intentar revocar su mandato o debilitar sus fuerzas. Los desmovilizados tuvieron oportunidades por parte de Alonso para reincorporarse; unos aprovecharon y otros no. Mano tendida y firmeza. El alcalde actual, que por trayectoria de muchos años atrás puede acceder a las vibraciones más sutiles de lo que ocurre en los barrios y las comunas populares, prendió la alarma con valentía, fotos y testimonios, de lo que se estaba fraguando en Medellín para el próximo 30 de octubre: una manguala entre candidato, combos y bandas, para copar la alcaldía.

Esa manguala tiene unos tentáculos tan largos que llegan hasta la cárcel de máxima seguridad de Itaguí. Con cierta sincronía con la campaña del candidato aparece en los medios alias ernesto baez para tratar de minar el buen nombre de Anibal Gaviria. El efecto: se demuestra que Aníbal no es el candidato de los malosos de la ciudad.

Tercera promesa: el candidato ofrece promover un nuevo proceso de negociación con las estructurales ilegales de Medellín, como un “sometimiento silencioso y voluntario” tal como lo dijo en el foro de EAFIT. Este es el premio mayor de la manguala. Los desmovilizados todavía pueden acceder a la imperfecta pero viable ley de justicia y paz, si realmente tienen voluntad de reincorporarse a la sociedad civil. Todo nuestro apoyo en ese sentido. Entonces, ¿la negociación sería con quien o quienes y para qué? Beneficios políticos para ilegales a cambio de votos. Suena a historia conocida en el país con actores detenidos. Esperamos que la respuesta no haya que buscarla en la cárcel de máxima seguridad de Itaguí.