miércoles, 17 de agosto de 2011

¿Politizar la seguridad?

¿Si las cifras son tan buenas, porqué la seguridad es tan mala? “porque están politizando la seguridad”. Fue la respuesta de Rodrigo Rivera, Ministro de Defensa a la pregunta de EL MUNDO, este pasado domingo. Sorprendente. Porque se trata de la misma persona que en la campaña presidencial anterior, elaboró un decálogo para identificar con lupa quién era furibista y quién no. Acogerse a la “seguridad democrática”, como la solución de todos los males del país, era la piedra de toque. Lógico que el tema de la seguridad venía politizado de tiempo atrás y no podría ser de otra manera. Pastrana le ganó a Serpa en la segunda vuelta merced a una foto con tirofijo y su toalla, y Uribe volvió a derrotar a Serpa gracias al aprovechamiento de otra foto: la de la silla vacía en el Caguan al lado de un Pastrana desconcertado. Uribe se armó de liderazgo para enarbolar la lucha por la seguridad contra la guerrilla y se sobró en las urnas.

Por el mismo tema y los mismos temores, Uribe fue reelegido.

Por Medellín no escampa. Mientras desde Bogotá el Ministro Rivera se queja de la politización del debate sobre la seguridad, porque todo mundo se le vino encima dado que las cifras oficiales no cazan con la percepción de la realidad, en Medellín sus más cercanos amigos de toda la vida, reunidos alrededor de la candidatura de Luis Pérez a la alcaldía, han enarbolado como su principal bandera, enrostrar a la alcaldía de Alonso Salazar toda la responsabilidad por lo que ocurre con la seguridad en la ciudad. E incluso se inventaron como eslogan de campaña: “por el rescate de Medellín”.

Para ellos, el deterioro de la seguridad urbana es tan solo culpa de la alcaldía local; Los gobiernos de Uribe -donde aún sin culminar había arrancado el deterioro en las cifras de la criminalidad- y el actual de Santos, nada tienen que ver con lo que ocurre en las urbes. Lo mismo dirán de Bogotá, cuyos habitantes también identifican la seguridad como el principal problema en las encuestas de opinión. Recientemente, Luis Pérez se atrevió a culpar de la existencia de las tenebrosas bacrim, a Fajardo y a Salazar. El odio visceral contra los dos últimos gobiernos locales, no le permite a Pérez realizar un debate serio sobre la problemática de la inseguridad. Más que propuestas, se escuchan sindicaciones. La discusión política, tan necesaria y bienvenida, termina en politiquería; lo mismo que cuestiona a su favor, el Ministro de Defensa.

La discusión sobre cómo superar la inseguridad, siempre será bienvenida. Y, por supuesto, será un asunto de la órbita política. ¿Entonces, para qué el gobierno y el Estado, si no es para resolver los problemas de la colectividad? La seguridad -como la educación, la salud, la justicia etc.- será por esencia un servicio público. Con relación a la misma, se filan los partidos en su afán de captar el respaldo popular. Es impajaritable la politización del tema. Pero tiene que haber responsabilidad, so pena de politiquear.

Tampoco es sensata la postura, en ocasiones asumida por Alonso Salazar, de descalificar todo tipo de critica que se realiza con la mejor intensión sobre la inseguridad en la ciudad, en un intento por echar en el mismo saco a sus más diversos contradictores. La gravedad que implica la proliferación de modalidades como la extorsión y las vacunas, no desaparece con el cierre de los ojos. Al contrario, hay que abrirlos.