miércoles, 10 de agosto de 2011

Como pez en el agua

La seguridad urbana en Medellín se volvió un asunto de campaña política. Como debe ser. Algunos candidatos tratan de rivalizar sacando energía de donde no tienen, poniendo cara de dureza. Vuelve y juega el manido recurso de “soy el primer policía de la ciudad” y “realizaré consejos de seguridad a toda hora”. No siempre la razón está del que más grita. Se observa muy poca coherencia para reconocer que la seguridad es consecuencia de un conjunto de factores que van desde el ejercicio de la autoridad, el control territorial y el monopolio de las armas por parte de la institucionalidad, hasta la prevención con políticas sociales y disuasión para que se entienda que delinquir no paga y el que la hace la paga.

Pero aún si todo ello se diera, la tranquilidad pública será imposible si la ciudadanía no entiende que su concurso es indispensable, para que la fuerza pública pueda actuar como pez en el agua contra la delincuencia organizada. Si la indiferencia colectiva persiste, la policía no dejará de ser un cuerpo extraño en la sociedad. Su misión será una difícil odisea y la vulnerabilidad ante la corrupción será mayor. Para algunos candidatos a la alcaldía, hablar de la participación ciudadana en el campo de la seguridad, es muestra de debilidad. Y hablar de convivencia ciudadana, solución pacifica de los conflictos, postura activa de la no violencia o defensa de los derechos humanos, es síntoma de postración. Si la gente no colabora, por desconfianza o porque no se convoca, la suerte a favor de la criminalidad organizada está echada.

En la sociedad ocurre algo similar a lo que sucede en la Universidad de Antioquia. Hace poco, unos padres de familia fueron invitados a recibir con sus hijos los diplomas de grado. De un momento a otro, el estruendo de las papas bomba lanzadas a los pies de mujeres, niños y ancianos, generó el caos y la estampida. Ingresó el Esmad de la policía armada de gases lacrimógenos y todo el que se atrevió a correr para no asfixiarse, fue víctima de los bolillos oficiales. Los encapuchados de los explosivos, se escondieron en los baños y luego desaparecieron. El papá o la mamá se fueron sin el diploma largamente esperado, plenos de lágrimas y desconcierto. Al otro día regresaron las mayorías estudiantiles a las aulas, como si nada hubiera pasado, a la espera de la próxima estampida. En los corrillos o en las asambleas del Camilo Torres no hay sino criticas para las autoridades y silencio ante los dueños de las capuchas. Estos últimos creen que el silencio es sinónimo de respaldo y se sienten a sus anchas. El Esmad de la policía es un cuerpo extraño en el campus universitario, que impotente cae en los excesos, aislado cada día más. La apatía de la mayoría estimula a la minoría.

El único candidato que pregona que la participación ciudadana es indispensable para derrotar a los violentos es Aníbal Gaviria. En su programa de gobierno consignó el compromiso de promover inmediatamente después de su posesión, el primero de enero, la gran Alianza por la seguridad en Medellín. Con Mesas de trabajo en las comunas y por sectores sociales y económicos, para diseñar una política pública concertada contra los violentos y ser incluida en el Plan de desarrollo municipal. Las Mesas continuarían su labor para ejercer control y seguimiento a los acuerdos contraídos. El mandato colectivo a las autoridades arropadas, es derrotar la violencia y preservar la vida. ¿Habrá una propuesta mejor?