martes, 30 de agosto de 2011

Como se hace la campaña, se gobierna

Castellano, Pablo: "Para saber si alguien tiene ética, no hay que preguntarle por su carné, sino por su comportamiento."

El domingo sale JJ Rendón en la revista Semana y confiesa su desprecio por la ética, al responderle a María Jimena Duzán que ese es un “asunto de filósofos”. Reivindica el más craso pragmatismo para justificar sus trapisondas que lo han hecho célebre como el rey del juego sucio y las campañas negras. Sin ninguna pena reconoce que Luis Pérez lo contrató como asesor, luego de que en la campaña a la alcaldía anterior “trapeara” con su nombre en Medellín. Claro que a Luis Pérez, tampoco le dio pena contratar a su verdugo. Buen ejemplo de mercenarismo. El menosprecio de la ética, pregonada por el venezolano, es lo que hemos visto en Medellín durante la presente campaña electoral. Encontró eco muy rápido.

No otra explicación hay para entender la arremetida contra el nombre de Aníbal Gaviria –incluida la gavilla destructora contra las vallas de publicidad-. A la sede de la campaña del candidato liberal, había llegado el reporte de la artillería innoble que tenía montada la campaña de Luis Pérez. Dicho y hecho. Cada ocho días sale un bombazo con resonancia asegurada en algunos medios de comunicación incapaces de esconder su falta de objetividad. La alianza Luis Pérez y Álvaro Vásquez –alcaldía y gobernación- permite no solo un refuerzo clientelista importante, sino también colocar a disposición de la campaña difamatoria contra Aníbal Gaviria a la Contraloría departamental de Antioquia; hoy está al servicio descarado de la causa.

No sabría decir si es más por influencia del personaje venezolano o el apego desesperado al afán de ganar la alcaldía como sea, o ambas cosas, pero cada día Luis Pérez es pillado en mentira tras mentira. Durante muchos meses pregonó que se inscribiría con más de 500 mil firmas recogidas desde la sede del recluido en la picota Cesar Pérez García en el edificio Santa Elena del centro de la ciudad, pero entregó en la Registraduría cerca de cien mil y finalmente le reconocieron 63 mil firmas. Para qué chicanear tanto. Lo mismo ocurrió con los avales: toda la ciudad lo vio de un partido a otro buscando un aval – La U, liberal, Cambio Radical, Conservador-. Puertas cerradas. Para terminar diciendo que jamás había solicitado un aval. Ordenó la liquidación del Instituto Mi Río en abril de 2003 siendo alcalde y ahora dice que él no fue. Etc.

Para qué hablar de otros temas que producen escozor. Dejemos ahí. Pero llama la atención la coincidencia de que mientras en algunos sectores de Medellín los líderes manifiestan que recibieron la orden de los miembros de bandas y combos de apoyar a Luis Pérez, en los foros y debates se empieza a conocer la propuesta de Luis de promover como alcalde una especie de “negociación” para logar una nueva desmovilización de las estructuras criminales originadas en el paramilitarismo. Y si además hilamos lo ocurrido con alias Ernesto Báez al supuestamente denunciar en El Espectador que había apoyado a Aníbal Gaviria, con quien dijo haber conversado, mientras el candidato liberal asegura que jamás se sentó con este u otro paramilitar, información que Luis Pérez anunció ocho días antes en el mismo periódico, mucho antes de que Báez calumniara por primera vez a Gaviria, sí quedan muchas dudas de lo que se teje desde la picota o la cárcel de máxima seguridad de Itagüí (súmese la Contraloría departamental) contra el ex gobernador de Antioquia.

Como se hace la campaña, se gobierna.