Jorge Mejia Martinez
jorgemejiama@gmail.com
Casi siempre, la delincuencia organizada va adelante de las autoridades. Estas últimas - generalmente comprometidas y bien intencionadas- son más reactivas, abrumadas por la persistente iniciativa de la criminalidad. Cae un jefe y llega otro; los que son detenidos y judicializados continúan delinquiendo desde las cárceles; las modalidades delictivas cambian continuamente; las formas organizativas lo mismo: muchas bandas son atemporales, con 10, 20 o más años de existencia, incólumes, convertidas en una forma de vida y en un hogar para muchos jóvenes que allí se vuelven adultos. La criminalidad organizada es dinámica, recursiva, moldeable. La institucionalidad es paquidérmica, burocratizada, ineficiente, con demasiadas amenazas.
La criminalidad actúa en red, con eficacia, mientras la autoridad depende del ritmo de la burocracia. Sin pretender que la respuesta del Estado sea la de la ley de la selva o el irrespeto de la normatividad y la legalidad –al contrario, la legitimidad es un sine qua non- si es indispensable propender por el rompimiento de esquemas y practicas anquilosadas, en aras de mejores soluciones a los problemas en todas las áreas y niveles de la sociedad. La seguridad, una de las más sensibles.
Por ello, el Alcalde de Medellín y su Secretario de Gobierno, aciertan cuando anuncian un mayor énfasis en la participación ciudadana como pilar de la política pública de seguridad en 2011, la cual contempla otras dos grandes acciones: generación de oportunidades socioeconómicas para los jóvenes y fortalecimiento de la institucionalidad. No se está descubriendo nada, pero si se avanza. Mucho más cuando una modalidad ya recurrente de la criminalidad organizada en barrios y comunas de Medellín, es la de involucrar a la comunidad como mecanismo de presión o de mampara. La delincuencia también recurre a la participación ciudadana.
La criminalidad organizada es una realidad universal. Son muy pocos los países del mundo donde los ciudadanos no priorizan del Estado, mejores condiciones de seguridad ciudadana como un derecho y como un bien público. Cayó a mis manos por estos días un documento de Javiera Blanco y Patricio Tudela, de la Fundación Chilena Paz Ciudadana, titulado “Retos de la política pública para la participación ciudadana en la coproducción de la seguridad” dando cuenta de la discusión que con ocasión de la llegada de Piñera a la Presidencia, se da hoy en el país austral. “Entendemos que la seguridad pública y ciuda-dana es una “construcción social”, esto es, que depende de una multiplicidad de factores, tales como las distintas visiones y concepciones de las instituciones y autoridades responsables, el desempeño de las instituciones, las diversas expectativas de los actores sociales y, natural¬mente, de los propios afectados y víctimas de la inseguridad. Como sabemos, toda política pública busca reducir brechas entre los benefi¬ciarios y la oferta pública, entre los demandan¬tes y los servicios públicos responsables.”
¿Cómo lograr que las gentes decidan participar en el campo de la seguridad, sin tener que recurrir a la degradada practica de las recompensas? Hay que quitar el miedo a informar debidamente a la comunidad, con crudeza y veracidad, sobre la magnitud del reto colectivo y del enemigo a enfrentar; hay que construir puentes y mecanismos para viabilizar la participación real, no formal; definir planes y metas a alcanzar de manera colectiva y concertada. Empoderar, generar confianzas, cooperación y solidaridad. Romper moldes.
Juan Felipe Palau, dinámico Secretario de Gobierno de Medellín, sabrá sacar lecciones importantes de incipientes ejercicios participativos desarrollados en algunos sectores de la ciudad. Por falta de espacio, menciono solo una traba estructural en la administración municipal, así no sea la más importante: la ejecución del presupuesto de la Secretaria de gobierno, en rubros significativos, depende de otras entidades como Metroseguridad y el EDU, cuyas exigencias y tiempos no concuerdan con las expectativas de la comunidad. La confianza y la credibilidad hay que cultivarlas.
jorgemejiama@gmail.com
Casi siempre, la delincuencia organizada va adelante de las autoridades. Estas últimas - generalmente comprometidas y bien intencionadas- son más reactivas, abrumadas por la persistente iniciativa de la criminalidad. Cae un jefe y llega otro; los que son detenidos y judicializados continúan delinquiendo desde las cárceles; las modalidades delictivas cambian continuamente; las formas organizativas lo mismo: muchas bandas son atemporales, con 10, 20 o más años de existencia, incólumes, convertidas en una forma de vida y en un hogar para muchos jóvenes que allí se vuelven adultos. La criminalidad organizada es dinámica, recursiva, moldeable. La institucionalidad es paquidérmica, burocratizada, ineficiente, con demasiadas amenazas.
La criminalidad actúa en red, con eficacia, mientras la autoridad depende del ritmo de la burocracia. Sin pretender que la respuesta del Estado sea la de la ley de la selva o el irrespeto de la normatividad y la legalidad –al contrario, la legitimidad es un sine qua non- si es indispensable propender por el rompimiento de esquemas y practicas anquilosadas, en aras de mejores soluciones a los problemas en todas las áreas y niveles de la sociedad. La seguridad, una de las más sensibles.
Por ello, el Alcalde de Medellín y su Secretario de Gobierno, aciertan cuando anuncian un mayor énfasis en la participación ciudadana como pilar de la política pública de seguridad en 2011, la cual contempla otras dos grandes acciones: generación de oportunidades socioeconómicas para los jóvenes y fortalecimiento de la institucionalidad. No se está descubriendo nada, pero si se avanza. Mucho más cuando una modalidad ya recurrente de la criminalidad organizada en barrios y comunas de Medellín, es la de involucrar a la comunidad como mecanismo de presión o de mampara. La delincuencia también recurre a la participación ciudadana.
La criminalidad organizada es una realidad universal. Son muy pocos los países del mundo donde los ciudadanos no priorizan del Estado, mejores condiciones de seguridad ciudadana como un derecho y como un bien público. Cayó a mis manos por estos días un documento de Javiera Blanco y Patricio Tudela, de la Fundación Chilena Paz Ciudadana, titulado “Retos de la política pública para la participación ciudadana en la coproducción de la seguridad” dando cuenta de la discusión que con ocasión de la llegada de Piñera a la Presidencia, se da hoy en el país austral. “Entendemos que la seguridad pública y ciuda-dana es una “construcción social”, esto es, que depende de una multiplicidad de factores, tales como las distintas visiones y concepciones de las instituciones y autoridades responsables, el desempeño de las instituciones, las diversas expectativas de los actores sociales y, natural¬mente, de los propios afectados y víctimas de la inseguridad. Como sabemos, toda política pública busca reducir brechas entre los benefi¬ciarios y la oferta pública, entre los demandan¬tes y los servicios públicos responsables.”
¿Cómo lograr que las gentes decidan participar en el campo de la seguridad, sin tener que recurrir a la degradada practica de las recompensas? Hay que quitar el miedo a informar debidamente a la comunidad, con crudeza y veracidad, sobre la magnitud del reto colectivo y del enemigo a enfrentar; hay que construir puentes y mecanismos para viabilizar la participación real, no formal; definir planes y metas a alcanzar de manera colectiva y concertada. Empoderar, generar confianzas, cooperación y solidaridad. Romper moldes.
Juan Felipe Palau, dinámico Secretario de Gobierno de Medellín, sabrá sacar lecciones importantes de incipientes ejercicios participativos desarrollados en algunos sectores de la ciudad. Por falta de espacio, menciono solo una traba estructural en la administración municipal, así no sea la más importante: la ejecución del presupuesto de la Secretaria de gobierno, en rubros significativos, depende de otras entidades como Metroseguridad y el EDU, cuyas exigencias y tiempos no concuerdan con las expectativas de la comunidad. La confianza y la credibilidad hay que cultivarlas.