Voy a ser de pitoniso. El hecho político de 2011 serán las elecciones de octubre. Dos situaciones marcarán la jornada en Antioquia: las “llaves” o formulas para alcaldía y gobernación; y las alianzas no tanto de partidos, sino de sectores de partidos. Tres incertidumbres serán despajadas el 30 de octubre: el acierto o no de quienes adoptaron como estrategia, depender de la capacidad de endoso electoral del llamado furibismo; el potencial político del discurso continuista tanto para Medellín, como para Antioquia; y la consistencia del voto de opinión, confrontado al poder de las maquinarias electorales. Será una contienda intensa y apasionante.
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Las cartas se han estado destapando con premura. Parece que las reales posibilidades de triunfar, no están en proporción con el tiempo de lanzamiento. No por mucho madrugar… Los nombres que se han mencionado como candidatos, son los que son. Difícilmente saldrán a la palestra nuevos aspirantes con alguna opción. Antes, las “llaves” o formulas para gobernar a Medellín y Antioquia, eran tácitas, ahora serán expresas. Los candidatos fuertes saben que su fortaleza será mayor, si en el afiche aparecen con mancornas también fuertes. Será el juego de las sinergias surgidas de las alianzas. Este hecho sacará del camino a los más débiles y dejará un cara cara entre las dos dupletas más encumbradas para una y otra dignidad. O sea que la lid se va a reducir a cuatro nombres.
Pero la construcción de formulas, no va a implicar la sumatoria mecánica de la capacidad de arrastre de los partidos. Por dos cosas: las alianzas serán más entre sectores de partidos y porque no todos los partidos caben en las dos formulas principales. Ello implicará un desgaste grande para las direcciones de las colectividades en cuanto a la asignación de los avales para los concejos municipales y la asamblea departamental. A la luz de la exigente normatividad sobre el trasfuguismo y la doble militancia, será un reto grande garantizar que los candidatos a las corporaciones públicas acompañen a los aspirantes avalados por su propia colectividad, para las alcaldías y la gobernación. Por lo mismo, es fácil prever el juego sucio de quienes acostumbran apoyar a más de un candidato al mismo tiempo o al contendor de su propio partido.
En el regateo previo a la recta final, aflorarán las desavenencias cada vez más visibles entre los promotores del llamado uribismo puro y el santismo, pero sin consecuencias. En Antioquia la coalición de la Unidad Nacional será inoperante. Los amigos de exprimir la favorabilidad del ex presidente Uribe intentarán cuajar una alianza alrededor de su nombre. Lo cual implicará procurar sacar del juego al liberalismo y a Cambio Radical, pero le abrirán espacio a los verdes que en el área metropolitana tienen con qué apostar. No creo que Uribe se someta al encarcelamiento de su imagen, porque en la mayoría de las opciones va a tener amigos. Igual desenlace tendrá el nombre de Juan Manuel Santos: para evitar desgastes, tampoco meterá sus manos en la contienda.
No habrá un discurso de continuidad o ruptura contundente. Los candidatos echarán mano, en mayor o menor intensidad, de los aciertos y desaciertos de los actuales gobernantes; las campañas negativas no tendrán chance. Simplemente, porque el actual Alcalde de Medellín va a terminar mucho mejor de lo que está hoy, apuntalado en las inversiones y las inauguraciones, y porque el actual gobernador sabrá sacar brillo publicitario, más de expectativas creadas que de palpables realidades.
Algunos aspirantes estribarán su fuerza en la plata y la maquinaria. Pero el creciente voto de opinión -manifestación suelta y racional de la ciudadanía- evitará que los próximos cuatro años sean perdidos para la localidad y la región.