lunes, 22 de noviembre de 2010

Tres Nobeles de Paz y tres destinos

Jorge Mejia Martinez
jorgemejiama@gmail.com


El ser humano vivo más grande del mundo se llama Nelson Mandela. Fue emocionante verlo aparecer fugazmente en la clausura del campeonato mundial de futbol el pasado 11 de julio. Hijo adoptivo de un jefe tribal, asumió la confrontación a un sistema de opresión feroz, desde la dignidad y la esperanza, hasta ser enjuiciado y condenado a cadena perpetua en 1964. En 1990 salió de la prisión después de pasar 27 años encerrado por atreverse a luchar contra la discriminación racial en su país. Desde la cárcel negoció su libertad sin ceder un solo ápice en su exigencia de la abolición del apartheid. Salió para recibir el premio Nobel de paz y la Presidencia de Suráfrica. En 1994 publicó su autobiografía El Largo camino hacia la libertad, iniciada 20 años atrás en la isla de Robben, su lugar de encarcelamiento. Vale la pena leerla, para entender la dimensión de este hombre inolvidable que hoy tiene 92 años y que realizó su sueño.

En un país asiático llamado Birmania acaba de salir de la cárcel una mujer que nos recuerda a Mandela: la líder del movimiento democrático birmano, Aung San Suu Kyi, Nobel de la paz en 1991 y libre después de siete años y medio de cautividad ininterrumpida. Unos 3.000 seguidores que esperaban cerca de su casa en Rangún se han abalanzado contra la vivienda en cuanto los policías levantaron los controles y la alambrada. Fundó un partido político en 1988 para exigir a la junta militar instauración de la democracia, disuelto este año por la Comisión Electoral antes de unas elecciones parlamentarias, después de dos décadas, en cuya transparencia nadie ha creído.

Suu Kyi, de 65 años, vivió confinada en su antigua casa familiar 15 de los últimos 21 años por pedir de forma pacífica reformas democráticas al régimen militar que gobierna Birmania (Myanmar). Como Mandela en 1990, salió de la cárcel sin aceptar ningún tipo de condición – por ejemplo, la libertad condicional- de los generales gobernantes desde 1962.

El encierro y la separación forzada de su familia, que tuvo que emigrar de Birmania, no melló su convicción en el triunfo no violento de su lucha. Lo primero que dijo era que no temía volver a la prisión y se ha mostrado dispuesta a dialogar con los miembros de la Junta Militar para trabajar en una transición hacia la democracia."No quiero ver la caída de los militares. Quiero ver a los militares evolucionar hacia niveles dignos de profesionalidad y verdadero patriotismo", dijo a la BBC. Esta mujer que no pudo asistir al entierro de su marido, ni acompañar a sus hijos, por la intransigencia de los militares manifestó que "tenemos que resolver las diferencias en torno a una mesa, hablar entre nosotros, averiguar por qué no estamos de acuerdo e intentar eliminar las cosas que no nos permiten estar de acuerdo". Añadió que su primera tarea a partir de ahora es "aprender muchas cosas y escuchar lo que la gente tiene que decir". Tiene 65 años.

No tiene miedo de que los militares vuelvan a arrestarla por sus declaraciones en favor de un cambio político en el país, pese a haber pasado detenida 15 de los últimos 21 años."No estoy asustada. Sé que hay una posibilidad. Ha ocurrido en el pasado. Haré lo que pueda mientras esté en libertad y si me vuelven a arrestar haré lo que pueda desde el arresto". Esperamos verla coronar su sueño.

Otro Nobel de Paz -2010- encerrado por sus convicciones de libertad es el activista chino Liu Xiabo. No podrá asistir a la ceremonia que se realizará en su honor en Oslo en diciembre próximo. Liu está en prisión cumpliendo una pena de 11 años, acusado de sedición por haber participado en la redacción de un manifiesto que apela a la democratización de China. Contrario a Mandela y Suu Kyi, es casi imposible que al culminar su condena, lo esperen multitudes que comulgan con su sueño.