miércoles, 22 de junio de 2011

La coca y la cocaína

Cada vez son más frecuentes y calificados los brotes de inconformidad por la política antidrogas que con la impronta de los EEUU se ejecuta en la mayoría de los países afectados. El tema de la criminalización, descriminalización o la legalización parcial o total, gradual o no, ya dejó de ser una postura ventilada en cerrados círculos académicos o en las elites políticas, para ganar audiencia entre los ciudadanos del común. El debate se vuelve más público, acá y allá.

En estos días le escuché a un vocero indígena la aseveración vehemente de que la coca no necesariamente es cocaína. Averigüé en una tienda vegetariana y encontré aromática de coca en bolsitas, como cualquier aromática. En la prensa nacional, también había leído una promoción del festival gastronómico de la hoja de coca Cerro Tijeras, Suarez Cauca, en el mes de julio de 2008, como cada año. Una de las tantas frases inolvidables de Gabriel García Márquez fue la de que “la diferencia entre un veneno, una medicina y un narcótico –cafeína, alcohol, anfetamina, coca cola- es solo la dosis”. La revista Drogas y Conflicto Nro. 17 de junio 2009, en el artículo “Mitos de la coca”, demostró el error de quienes cargados de ideologización, alimentan la confusión coca-cocaína.
La revista cuenta que “Cuando Albert Niemann descubrió la cocaína en 1859, una parte considerable de la comunidad científica asumió la opinión de que las propiedades de la coca eran totalmente atribuibles a la presencia de este alcaloide. El joven Sigmund Freud así lo creía: “Los experimentos realizados recientemente con la cocaína preparada por Merck en Darmstadt justifican la afirmación de que la cocaína es el verdadero agente del efecto de la coca”. En paralelo, surgió también una contracorriente en torno a un grupo de observadores del consumo tradicional de coca en los Andes, como Henry Rusby, que manifestaba con rotundidad: “Con ciertas limitaciones, cabría afirmar que las propiedades de la cocaína, por excepcionales que sean, apuntan a una dirección totalmente distinta de la de la coca, según los informes que nos llegan de Suramérica”. Esta teoría recibió el entusiasta respaldo de la incipiente industria de productos con “coca integral”, como el Vin Mariani y la Coca-Cola original.”

La discusión toma dos claros rumbos: la de quienes consideran que es posible asimilar coca y cocaína, por la facilidad para extraer el alcaloide de la hoja, opinión que se impuso en la comunidad médica internacional, y la de quienes consideran que no es posible dicha asimilación por que la cocaína es resultado de un proceso a que se somete la planta, que, como científicamente se ha comprobado, ofrece otras cualidades por nutrientes también contenidos en otros productos agropecuarios.

No hay un consenso entre los expertos y científicos, sobre cuánto de cocaína se encuentra en la coca. La revista cita a la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (ONUDD), en conjunción con la DEA norteamericana: el contenido se sitúa entre el 0.52 y el 0.73 por ciento. Por ello la coca quedó incluida en la lista I de la Convención Única desde 1961. La extracción de cocaína no es tan sencilla como se puede creer. Se requieren insumos químicos y físicos no muy asequibles a la vuelta de la esquina. Pero tampoco es cierto que no haya relación cocaína coca. La primera es “un alcaloide con una definida estructura molecular y la segunda es una planta con un complejo conjunto de nutrientes minerales, aceites esenciales y varios componentes con mayores o menores efectos farmacológicos, uno de los cuales resulta ser el alcaloide cocaína”. La mata que mata no es la coca.