jueves, 21 de octubre de 2010

Unidos contra las reformas

Obama se pellizcó. Salió a la plaza pública en pos de los votos de los apáticos Demócratas, a escasos 15 días de las elecciones para renovar el congreso de los EEUU. El panorama es gris. Al Presidente negro le pasan factura de sus impotencias e incumplimientos en el terreno de la economía. No importa su voluntad reformista en campos como la seguridad social y la salud para los más pobres de Norteamérica, a costa de socavar los intereses de los más encumbrados centros de poder, tradicionalmente más cercanos a las huestes del partido de los Republicanos. La derecha más radical se ha movilizado en una cruzada para torpedear cualquier afán renovador del gobierno Obama, recurriendo a alborotar el acendrado espíritu individualista de los gringos, el sectarismo anti inmigratorio y el supuesto carácter socialista de las medidas que hocen trastocar el estado de cosas del país del norte.

Pero los tambores de resistencia anti reformista que se escuchan en EEUU, también empiezan a sonar en Colombia como respuesta a algunas medidas anunciadas por el gobierno de Juan Manuel Santos, con una notable diferencia: acá se juntan los interesados en perpetuar los privilegios de las castas por parte de los guardianes de la derecha y los amigos del todo o nada desde los pequeños tronos de la izquierda. Los furibistas de los partidos de la U y Conservador se aprestan a torpedear el curso de reformas democráticas del actual gobierno como la ley de Víctimas –lo mismo ocurrirá con las leyes de tierras y regalías-, exigencia previa para que en Colombia avancen la convivencia y la reconciliación. Desde la orilla opuesta, saltó otro aliado de la derecha con cara de intransigencia izquierdista: la bancada del Polo en el congreso.

Todos reconocen la conveniencia de la ley de Víctimas. Que hay que pagar la deuda social con los afectados del conflicto colombiano, que sin justicia no habrá paz, que tal cosa o tal otra, pero a la hora de la verdad aparecen los palos en la rueda. Por los intereses -ligados a la tierra y a los victimarios- de unos y el exceso de dogmatismo y miopía de los otros. El caballito de batalla donde se juntan los extremos de Uribe Velez e Ivan Cepeda, es el de la financiación de la ley de Victimas. No les gusta la ley, o porque es demasiado onerosa para el fisco nacional o porque las cifras dadas por el gobierno son muy pobres. 40 billones para reparar las victimas en 10 o 15 años, para unos son un adefesio exorbitante y para otros son una nimiedad. Lo que importa es que haya nada o todo.

Para sectores de la derecha tradicional no vale la pena dar un paso adelante hacia la paz, así haya que sacrificar algo de los privilegios acumulados o usurpados, y para algunos sectores de la izquierda de nada vale que el gobierno de Santos se distancie de su antecesor – y todo lo que él representa- al reconocer el carácter de víctima con independencia del agente violador y la manifiesta voluntad de restituir millones de hectáreas de tierra adquiridas con violencia a los desplazados o reparar de otra manera a los damnificados del país. La tarea reformista de Santos, en este campo, es de una evidente connotación democrática y social. La indiferencia no será la respuesta de los agentes más retardatarios de la nación. Tanta miopía es inconcebible.